Somos parte de una historia. Es estimulante pensar que la peregrinación se da en todas las culturas.
Somos peregrinos en la vida, homo viator, no tenemos ciudad permanente. Repetimos el caminar de los antiguos peregrinos que buscaban la Tumba de Santiago, uno de los más importantes camino de peregrinación en el mundo.
Esta experiencia individual y colectiva a la vez, que es el Camino de Santiago nos lleva a profundizar en nosotros mismos y conectar con otros. Debemos ir con el corazón abierto para vivir profundamente esta experiencia.
En estos tiempos difíciles de cambios e incertidumbres, quizá el Camino de Santiago sea una buena experiencia para volver a encontrar esas ganas de viajar en nuestro interior, salir de nosotros mismos.
Hoy en día son muchos los que peregrinan a Santiago de forma individual o en grupos, de diferentes nacionalidades, leguas y acentos. En un camino bien andando o bien por etapas en algún vehículo, la familia peregrina tiene un mismo objetivo, hacer el camino y llegar a Santiago de Compostela. Muchas veces el camino es difícil y supone un sufrimiento físico pero siguen caminando con tesón y alegría.
Compartir juntos la experiencia del Camino, comunicarnos con el compañero que va a nuestro lado, reencontrarnos con nuestro interior y descubrir en nosotros mismos algo nuevo y reconfortante. Descubrir a los demás, en definitiva el Camino nos ayuda a transformarnos y acompañar en sus cambios a los demás.
El Camino no es una carrera de velocidad ni resistencia, es una lección de humildad de nuestras limitaciones humanas y espirituales. Es importante tener en cuenta que el “Camino” debe pasar por nosotros y no al revés.
Un peregrino debe ir ligero de equipaje, para dejar mucho espacio a la sensibilidad y el compañerismo. Con la mirada de un niño, sin prejuicios, con una enorme capacidad de admiración y de disfrute ante el paisaje, admiración al arte, agradecimiento a los que nos esperan y ayudan en cada etapa, su hospitalidad es fundamental para poder conseguirlo, ya sean restaurantes, hoteles o albergues.
Y al llegar a Compostela el gozoso abrazo al Santo, rezar y dar gracias. Y en lo más profundo prometernos el intento de volver.
Quizá sea ahora el momento de hacer el Camino de Santiago.