Sobre una pequeña meseta de materiales de aluvión, entre los acantilados del desierto de Judea y el Mar Muerto, se hallan las ruinas del monasterio de Qumrán, de especial interés para el estudio bíblico y el conocimiento del periodo histórico con los orígenes del cristianismo.
Es una etapa casi siempre presente en nuestros viajes de peregrinación por Tierra Santa.

El hallazgo, uno de los mayores descubrimientos arqueológicos del siglo pasado, sucedió de la manera más simple:
En 1947 un pastor beduino, buscando una cabra extraviada que se había metido en una cueva, lanzó una piedra para atraerla. Hizo un ruido extraño, similar al de una jarra rota; el pastor se asustó.
Al día siguiente regresó con un primo suyo. Entraron en la gruta y encontraron ánforas de barro que contenían papiros y tinajas llenas de rollos. En adelante pasaron a llamarse, por su importancia, los manuscritos de Qumrán.
Al principio, viendo su perfecto estado de conservación, algunas autoridades religiosas y especialistas, dudaron de su autenticidad. Pensaron que se trataba de una falsificación; pero muy pronto todo cambió.

Para comprender su valor, se inició una búsqueda afanosa, minuciosa. Se hizo una exploración de todos aquellos lugares y se encontraron once grutas, donde aparecieron unos 600 manuscritos; entre ellos el rollo de Isaías, que ahora esta custodiado en el Museo del Libro de Jerusalén.
Dicho libro se encontró en la cueva cuarta, junto con un manual de disciplina (regla de los monjes Esenios) , y el libro de la Lucha de los hijos de la Luz contra los hijos de las Tinieblas.
Tanto especialistas como arqueólogos, están de acuerdo en señalar que los judíos que ocuparon los edificios de Qumrán pertenecían a la secta de los esenios, de los que nos ocuparemos en otro post.
Qumrán nunca viene citado en los escritos neotestamentarios. Encierra, no obstante, el recuerdo de unos hombres consagrados a una vida de entrega, donde los intereses de Yahvé ocupaban siempre un lugar de honor.

La zona a visitar son los restos arqueológicos del monasterio, recuperados a partir de 1949.
Tiene una torre de vigilancia. Es aconsejable subir a ella para tener una buena panorámica del monasterio.
Podemos destacar: el canal por el que discurría el agua; las cisternas que la recogían para las abluciones;  la sala de reunión, escritorio, horno de pan, cocina, refectorio, biblioteca, la alfarería y los talleres de trabajos manuales.

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