Vamos a revivir para todos un inolvidable viaje a Perú , recuperando las notas que tomamos en un cuaderno de viaje:

6 de Agosto: Meseta del Collao – Capilla Sixtina – Cuzco

Nuevo madrugón para recorrer en autobús el altiplano o meseta del Collao (de 3400 a 4500 metros sobre el nivel del mar). Kilómetros y tiempo para todo.
Tiempo para familiarizarnos con las costumbres, estilo de vida, cultura, educación, salud, agricultura, ganadería, comercio, creencias religiosas, supersticiones…
Tiempo para dormir «aliquando».
Tiempo para las inevitables paradas técnicas.
Tiempo para degustar una picada en toda regla, con chorizo y jamón del «otro lado del charco» y con un buen vino de Tacama peruano.

Y siempre al frente y a los lados, como motivo de inspiración, el encanto de las cordilleras andinas, la del norte y la del sur; la que baja del Ecuador y la que sube de la Patagonia. Ambas festivas, vestidas de blanco, firman la paz.
En las proximidades de aquí asistimos al nacimiento del Vilcanota o Urubamba, uno de los ríos más largos del mundo y afluente del Amazonas.

Atrás van quedando rebaños de ovejas, vacas y camélidos que se alimentan del «ichu», punzante como agujas, único pasto que crece en estas latitudes. Atrás van quedando también algunas zonas arqueológicas  y típicos pueblos andinos.
Pucara, uno de ellos, se caracteriza por el famoso torito de cerámica que los nativos colocan en el tejado de sus casas, simbolizando «fuerza y protección».

En Andahuaylillas nos detenemos para visitar el templo bautizado con el nombre de «Capilla Sixtina«, por su riqueza en arte colonial y por sus pinturas murales. Una verdadera joya.
Al mediodía llegada a Cuzco, el «ombligo del mundo», y centro de unos de los grandes imperios precolombinos.
La mítica capital de los incas conserva orgullosa sus paredes y muros de piedra que evocan su grandeza. Seguimos a 3400 metros sobre el nivel del mar.

Reponemos fuerzas en el hotel y dedicamos la tarde a la visita de Santo Domingo con el Coricancha (casa de oro), el gran Templo del Sol, majestuoso e imponente; lugar de culto con sus aposentos reales consagrados al Inti, la luna, las estrellas…
De aquí partían los caminos que conectaban con todos los lugares sagrados que constituían el famoso y reivindicado Imperio de Tahuantinsuyo : las cuatro partes del mundo.

Muy cerca , la gran plaza de Cuzco, con sus cuidados y bellos jardines; con sus soportales y balconadas al mejor estilo colonial.
Y formando armónico conjunto, la Catedral, verdadero tesoro del mestizaje del arte, con dos iglesias laterales: la del Triunfo al este y la de la Sagrada Familia al oeste.
Dentro  de las capillas de la catedral merecen mención especial sus altares barrocos cubiertos de oro y plata. En uno de ellos se levanta «el Señor de los Temblores», hecho de maguey (planta autóctona). Es el más importante.
Y de lienzos, que son muchísimos y valiosísimos, destacar el atribuido al pintor flamenco Van Dyck. Se encuentra en la sacristía.

Nuestra visita continúa en la calle Atum Rumiyoc -piedra de 12 ángulos-.No hay turista que no se detenga para apreciar la perfección del trabajo realizado en aquellos tiempos.
Para muchos, todavía, hubo minutos dedicados a visitar el barrio de San Blas, conocido como «Barrio de los Artesanos«, uno de los lugares más característicos de Cuzco. En su iglesia se encuentra un púlpito de cedro de una sola pieza, trabajada magistralmente. Una auténtica filigrana.

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