Es un impacto muy grande cuando por vez primera, desde el Monte Scopus, se contempla la ciudad vieja, la ciudad amurallada de Jerusalén , cuyas primeras luces de la noche no cesan de titilar.

La visión es fascinante. Es uno de los momentos que más impresiona al peregrino al contemplar:

– El pináculo del templo
– Las mezquitas de Omar y El Aksa con sus cúpulas dorada y plateada, respectivamente
– La Iglesia luterana del Redentor
– El Santo Sepulcro
– La Iglesia del Salvador, de los franciscanos
– La colina de Ofel, asiento de la ciudad de David
– San Pedro in Gallicantu
– La Dormición, de los benedictinos
– El Cenáculo

No sé cual es la mejor manera de expresar tanto sentimiento acumulado en un abrir y cerrar de ojos. Las luces, al completo, esperan con inquietud nuestra mejor respuesta.

Estamos en la Ciudad de la Paz, en la Ciudad Santa, en la Ciudad que conoció los esplendores de David y Salomón; la que gozó de la voz inspirada de Isaías y de Jeremías, la que fue testigo de la predicación de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. En Jerusalén se realizaron los grandes misterios del cristianismo. Alguien, acertadamente la describió:

» Si el creador derramó diez medidas de belleza sobre el mundo, nueve de ellas cayeron en Jerusalén «

Y Plinio el Viejo lo tenía muy claro:

» Es la Ciudad más insigne, no sólo de Judea, sino de todo el Oriente «

Decíamos que la vista panorámica de Jerusalén es fascinante. Contemplarla impresiona, y espera nuestra mejor respuesta.
De manera muy espontánea, hace tiempo pusimos en práctica, con nuestros grupos, una fórmula que hasta el día de hoy recomendamos realizar. Desde el Monte Scopus, escenario natural, saludamos y cantamos pletóricos de gozo a la  ‘Ciudad de la Paz’ , con voz profética del salmista:

! Qué alegría cuando me dijeron
» Vamos a la casa del Señor » ! …
Desead la paz a Jerusalén
Vivan seguros los que te aman…
Por mis hermanos y compañeros
Voy a decir : » la paz contigo «.
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
Te deseo todo bien.

A continuación alzamos la copa de vino, y con un pedazo de pan, al mejor estilo de Melquisedec, rey de Salem, brindamos por la paz de Jerusalén, nuestra paz.

(foto: vía http://hircocervia.blogspot.com.es )

 

 

 

 

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