En el lago de Genesaret , en Tierra Santa.
«Tu me has mirado en los ojos, sonriendo has dicho mi nombre…«

El lago con sus 170 kilómetros cuadrados de superficie tiene forma de arpa. De ahí que también se le conozca con el nombre de Kinneret. Indiscutiblemente el rumor de sus aguas suena a música propia de ese instrumento. De las ondas de su superficie , el viento arranca místicas melodías.

Tiene, aproximadamente, 21 kilómetros de largo por 12 de ancho. Es la depresión que contiene las aguas del Jordán ; con una profundidad de de entre 40 y 50 metros.

El lago, conocido también como mar de Tiberíades o de Galilea,  es citado repetidas veces en los Evangelios.
Alguna vez lo menciona como mar. En dicho escenario se centra la mayor parte de la actividad apostólica de Jesús. Quizá en ningún otro lugar se logra sentir a Jesús tanto como aquí. Todo el entorno del lago es como un gran santuario en el que aún se percibe el aura, el perfume de quien lo llenara de amor, de ilusión y de paz.
El lago, sus orillas, recuerdan la voz del Maestro. Dejémosle hablar. En el lago de Jesús no hay sitio para la tristeza.

La llanura de Genesaret goza de gran fertilidad, exuberancia de palmeras y plataneros. Todo el lugar debería declararse monumento evangélico. Es y fue el testigo mudo de tantos episodios evangélicos. Aquí descubrimos la experiencia de un jesús humano, el que se fija en cosas pequeñas y, de manera especial, en los pobres de la tierra. Esto sucede más en el lago.
La conducta de Jesús será, con frecuencia desconcertante y extraña, y provocará indignación y escándalo; son innumerables las escenas en las que reacciona ante los diversos grupos, ante las diversas instituciones y en circunstancias tan diferentes. El espíritu de Jesús se va reflejando es estas escenas.
Mil detalles asoman a través de su vida y con ellos podemos ir configurando su imagen.

En el lago se le ve hombre, como en Nazaret se veía a María mujer; y gusta mirar a Jesús como uno de aquellos pescadores que están reparando las redes del puerto. Se le ve en las riberas del lago caminando apresurado con sandalias y manto.

El lago es de un intenso color azul, de cielo puro. El lago refleja la sonrisa de Jesús. No ha cambiado nada; conserva la belleza que embelesó a Jesús. Aquí se hacen realidad las palabras de San Juan de la Cruz:

«Mil gracias derramando
pasó por esta orilla con presura
y, yéndola mirando,
con sola su figura
vestida la dejó de su hermosura.»

La hermosura del lago , el recuerdo de Jesús, el eco de sus palabras que aún resuenan, llena el alma de la buena noticia de la alegría. Llena el corazón de gozo y paz.

 

Nuestro grupo a Tierra Santa en noviembre 2014 en el lago de Tiberíades
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Nuestro grupo a Tierra Santa en noviembre 2014 en el lago de Tiberíades

 

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