Jordania, país amable y hospitalario posee uno de los rincones más sorprendentes y bellos del planeta: la mágica Petra, ciudad perdida durante cientos de años. Solo ella justifica perfectamente un viaje a Jordania. Petra está declarada por supuesto Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Descubierta en 1812 por JL Brckhart. Se supone que fue una ciudad de origen nabateo, pero el misterio la rodea.
Se intuye que fue una ciudad próspera con un extraordinario desarrollo artístico, al contemplar las espléndidas obras esculpidas en la roca de las montañas.  Y las innumerables tumbas que hay a lo largo de las montañas nos hacen intuir un interés profundo por la muerte y todo lo que la rodea, sin tener clara su religión. Esto da todavía un mayor halo de misterio al lugar.

Para llegar al Wadi Musa primero hay que hacer el camino del desfiladero (Siq o Bad ed-Siq); es recomendable hacerlo a primera hora de la mañana, descender paseando entre paredes de más de cien metros de altura y contemplar la infinidad de colores que reflejan la luz de la mañana, disfrutar de ese frescor sombrío. Es un camino aproximadamente de un kilómetro,  con sorpresas a cada vuelta, sorprendiéndonos de los avanzados medios para canalizar el agua, esculturas, etc que  van apareciendo .
Cada paso se va haciendo más interesante y sorprendente, aumentando el interés por saber lo que nos espera al final del camino, que ni siquiera asoma. Nos sorprende y embelesa la monumental joya arquitectónica que nos saluda al final del desfiladero, dejándonos descolocados , los ojos y boca abiertos ante semejante maravilla…
Es el Al-Khazneh (el tesoro), el lugar donde se supone que se guardaba el tesoro del faraón.

El sol refleja a esta primera hora de la mañana semejante espectáculo volviendo todo de color rosa con infinitos matices. No somos capaces de asimilar lo que vemos a primera vista, necesitamos un buen rato de tranquilidad para digerirlo.

Comenzamos el Siq, trayecto cubierto de tumbas con espléndidas fachadas excavadas en las paredes de las montañas; la Via Sacra, lugar por el que subían los sacerdotes y el pueblo en procesión para su culto en la montaña, apto sólo para piernas entrenadas. Siguiendo por el valle nuestra vista sigue disfrutando de colores y sensaciones extrañas, infinidad de tumbas excavadas, recodos, moles inmensas, y en medio de todo el teatro excavado en la roca con capacidad para 7.000 espectadores y una acústica digna del mejor auditorio actual.

Siguiendo por este fascinante lugar llegamos a un sendero que nos lleva a otras tumbas: la Tumba de la Urna, la tumba de la Seda, la Tumba Corintia, y la tumba del Palacio, cada una de ellas con cuerpos arquitectónicos, unas coronadas con columnas, y todas excavadas en las rocas, siguen llenándonos de una sensación casi casi mágica y un poco de incredulidad, todo resulta creíble e inexplicable a la vez.

Bajando por el Wadi Musa, llegamos a los pocos restos que quedan del pueblo de Petra; se calcula que llegaron a habitar unas 25.000 personas. Zonas restauradas nos descubren el paso del pueblo romano por el lugar y la labor que también realizaron levantando columnas, ¿Qué pensarían los romanos de aquella época sobre semejante lugar?, ¿quedarían tan fascinados como nosotros?.

Sobre una pequeña colina quedan los restos de dos iglesias bizantinas y al final del cardo el Arco del Triunfo y el Palacio de la Princesa, utilizado como templo y restos de una fortaleza cruzada. Seguimos pensando que sentirían todos ellos al descubrir Petra.

Ahora para los más preparados y con ganas de hacer ejercicio queda la subida a El-Deir (El Monasterio), otra de las maravillas de Petra, se tarda una media hora en subir, es un templo funerario como otros vistos abajo pero el lugar en el que está supone dedicado a Dushara, dios protector de Petra. Desde lo lato se puede ver la Tumba de Aarón, edificio construido por Mohammed ibn Calaon, sultán de Egipto en el siglo XIII.

Es el momento de volver, de deshacer lo andado de fotografiar en nuestro mente el nuevo color de todo, esas imágenes increíbles que sólo existen aquí y que nos dejarán sumidos en el misterio para siempre. Y por supuesto con ganas de volver una y mil veces, cada Petra es diferente.

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