Retomamos el viaje por la India de nuestro anterior post, que nos dejó en el lago Dal en Cachemira. Gracias a nuestro amigo Hilario Peña, qué incluye estas anotaciones y muchas más en su libro recién publicado «A pie de página»:

Mi ramo de rosas presidió el desayuno, en el amplio y hermoso salón comedor. A continuación, la sicara nos llevó a la ciudad de Srinagar. De los otros alojamientos salieron sus inquilinos, guiados por sus barqueros. En la orilla del Lago nos esperaba el autocar para iniciar la visita panorámica. Terminamos en los jardines Mogoles.
Un conjunto precioso que la ciudad seguía manteniendo con gusto y esmero. Fue allí donde tuvimos un encuentro interesante con un «Sáduc».

Venía de visitar a su familia, regresaba al monte de su silencio y contemplacion. El «Sáduc» es un hombre bueno, cuyos ojos transmiten paz, que vive en la soledad, como un anacoreta. Diríamos que nuestro «sáduc» era místico contemplativo, vivía en el monte y se alimentaba con sus raíces y frutos. Al estilo de Gandhi, había superado los reclamos de la propia carne, vivía en castidad. El espíritu había vencido a la carne; despegado de la tierra, vivía en el mundo de la trascendencia.

Con el recuerdo aún palpitante del «sáduc», y su figura ascética y quebradiza, subiendo ligero hacia la cumbre, nos fuimos a visitar una muy antigua tumba. Eso nos dijeron. La sorpresa fue escuchar el nombre de a quién pertenecía aquel viejo túmulo: Jesucristo. Sin duda, algún santón de la antigüedad había sido enterrado allí.
Pero en Srinagar había calado la leyenda de que Jesucristo había terminado sus días en Cachemira, junto a María Magdalena. En la India había una colonia judía desde los tiempos de las guerras macabeas. Y que hacia allí se dirigieron Jesús y Magdalena, después de curarle las heridas de la Cruz.

Todas estas fábulas y leyendas arrancan de los Evangelios apócrifos, escritos muy posteriores a los evangelios canónicos, que tienden a llenar los espacios vacíos en ellos sobre Jesús con Milagros y fantasías.

Recuerdo que los compañeros del grupo me preguntaron sobre el grado de verdad que podía tener el relato que nos hicieron. Justamente, por aquellos días, alguna revista sensacionalista había publicado alguna de esas noticias que aparecen de vez en cuando.
Mi respuesta a los compañeros fue está: Aparte de la fe, Jesucristo es un ser histórico. De Él hablan, además del Nuevo Testamento, historiadores de su tiempo como el judío Flavio Josefo. La historia no se confronta con la la leyenda. Ni un teólogo se pone a discutir con un contador de cuentos.

Esta vez se trataba de un fragmento de papiro copto del siglo IV, en el que aparece la frase: «Jesús les dijo:mi esposa…«. Pero papiros coptos del siglo IV tenemos a montones y no son del cristianismo primitivo, sino que forman parte de los «evangelios gnósticos» no incluidos en el canon de la Iglesia Católica, ni aceptados por las otras iglesias cristianas, por ser fantasiosos en exceso. Estos papiros gnósticos son del Jesús Resucitado. Y el Jesús Resucitado no habla de su vida mortal en la tierra, sino de revelaciones especiales. Dado por bueno que la traducción de papiro en cuestión, hable de «esposa» de Jesucristo, no significaría nada. Así, el evangelio apócrifo de Felipe dice que «Jesús tiene a María Magdalena por esposa, hermana y madre».
Se trata de textos simbólicos que quieren decir que María Magdalena era la discípula más perfecta de Jesús. Nada más.
Con todo, unos días después de darnos esta noticia del papiro copto, el diario vaticano L’Osservatore Romano aseguraba que el papiro en cuestión era falso. Según los especialistas se trataba de una torpe falsificación.
Este es el escándalo: poner en peligro la fe de la gente sencilla. Y esto es grave, tan grave que, según Jesús, más le valdría atar al cuello una rueda de molino y alojarse en el mar

En nuestro grupo había un hombre joven, Juan, catedrático de la Universidad Complutense,que acababa de casarse y venía con su mujer en viaje de novios. Pero este profesor había quedado seducido por la mística oriental. De hecho, este era su tercer viaje a la India.
Nos invitó a hacer, en grupo, una experiencia de meditación oriental.
Después de la cena, todas las sicaras se pusieron en movimiento y surcaron las aguas del lago en dirección al chalet de Juan. Como el resto de alojamientos, disponía de un gran salón. En el nos acomodamos, y empezó la sesión. Juan nos dio las instrucciones, nos puso en camino y apagó la luz. Unos minutos después surgieron los primeros ronquidos. Al final, todos estaban contentos.

No hubo una puesta en común y no sé lo que los otros pensaron. Se lo que pensé yo: Es triste tener que venir de España a Oriente para aprender a hacer oración, a descubrir la meditación trascendental. España es tierra de místicos y maestros que nos pueden llevar de la mano al encuentro con Dios. En tiempo de Santa Teresa de Jesús, las gentes no hablaban de fútbol, pero si del misterio de la Trinidad, y ella misma escribió sobre el camino de oración.

Pero se han puesto de moda el yoga y las técnicas orientales. Me prometí poner más cuidado de la atención a los grupos de Oración en la Parroquia.
Reconocí que los sacerdotes sabemos organizar campamentos de verano con los niños y jóvenes, empleamos mucho tiempo en la Catequesis, qué ponemos mucho celo en la administración de los Sacramentos, pero no ponemos el mismo empeño en lograr que los feligreses lleguen a tener la experiencia de Dios.

Foto de portada : srinagar nishat bagh mughal gardens by McKay Savage. Lic. CC BY 2.0.

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