Situada en la parte norte del lago de Tiberiades , la ciudad de Cafarnaúm fue el escenario de la primera etapa del ministerio público de Jesús y lugar donde realizó gran parte de sus milagros.

Cafarnaúm es una orilla inundada de luz , más que ninguna otra del lago. La vegetación crece por doquier, y el color verde oscuro de las plantaciones de árboles frutales matiza el paisaje sin cortes bruscos con el lago. En el despertar de la primavera el campo es un jardín tupido de flores multicolores, predominando las de rojo escarlata, que crecen lozanas, alimentadas por una tierra fértil y el frescor de las recientes lluvias invernales.

Jesús, rechazado por los habitantes de su propio pueblo, Nazaret , se refugió en la ciudad de Cafarnaúm. Al referirse a esta ciudad, los evangelios la llaman » Ciudad de Jesús «.
Todo está hoy convertido en ruinas.
Allí es donde hay que valorar el testimonio de aquellas piedras para poder llegar a las costumbres y creencias de los que hace más de 2000 años habitaron en aquel lugar.
Sabemos que era un importante centro agrícola y de pescadores, con puerto propio. Era también un puesto de Aduanas, y con una guarnición militar.
Sobresalía, además, por encontrarse situado en las cercanías de la Via Maris; por ser ciudad límite entre los dominios de Herodes Antipas y su hermano Filipo.

En las excavaciones se han encontrado abundancia de molinos para el grano y prensas de aceite. Jesús, en su catequesis, usó estas imágenes llenas de colorido.
La visita de estas ruinas ayuda a comprender mejor el Evangelio y la vida del Señor.
La permanencia del Señor en Cafarnaúm es sólo una décima parte o menos del tiempo que residió en Nazaret. De la vida pública de Jesús en Nazaret , conocemos dos episodios y más de treinta en Cafarnaúm.
Visitar Tierra Santa olvidando Cafarnáum es como ir a Roma y olvidar la Basílica de San Pedro.

Seguramente al peregrino que llega a la «ciudad de Jesús» se le ocurren muchas preguntas, pero son los evangelios los que nos han transmitido numerosos testimonios: la utilización de la casa de Pedro como residencia, donde cura a la suegra y a muchos enfermos, al paralítico, y donde la muchedumbre que se agolpaba impide el acceso a su madre y sus hermanos.
Jesús paseó por sus calles, yendo a la sinagoga, a la casa de Jairo; se acercará al telonio de Mateo y no mostró escrúpulo en ir a la casa del centurión romano.
La ciudad de Jesús con su sinagoga, lugar del desconcertante discurso del pan de vida, y su casa, la de Pedro, debe considerarse también un santuario mariano por la presencia de la madre de Jesús.

La peregrina Egeria es muy clara cuando habla de Cafarnaúm. Nos dejó este testimonio: «En Cafarnaúm, la casa del príncipe de los Apóstoles ha sido convertida en iglesia: sus pardes están hoy como entonces fueron. Allí está también la sinagoga…, a la que se sube por muchos peldaños y está construida con piedras cuadradas…«

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