!Bravo!, !Bravo!, y de inmediato una lluvia de aplausos desde los palcos de varios grupos de turistas que visitaban, al igual que nosotros, la Ópera de Budapest, para responder agradecidos a nuestra interpretación coral de la «Montanara» a tres voces.
No es la primera vez que nos aplauden. Sucedió en Turquía; sucedió en el crucero por el Rhin y el Mosella. Y nosotros nos pusimos huecos y orgullosos. Gracias.
Budapest es la «Princesa del Danubio», río que la separa en dos partes claramente diferenciadas: Buda y Pest.
Como en otras grandes ciudades, el río es el protagonista y gracias a el, una vía de comunicación entre Europa y Oriente Próximo. Es fuente de riqueza comercial y transmisor de cultura.
Una tercera parte de la ciudad , que descansa sobre una montaña, corresponde a la vieja ciudad medieval, Buda, cuya zona principal es la llamada Fortaleza; una ciudad dentro de ella: el Bastión de los Pescadores, el Barrio del Castillo, la Iglesia de Matías o de Nuestra Señora, de estilo neogótico; el Palacio Real con tres museos en el interior de sus muros, restaurantes, tiendas, miradores sobre el Danubio dentro de un recinto perfectamente restaurado y conservado.
Y las otras dos terceras partes son ocupadas por Pest. Para acceder a esta orilla del río se suceden los puentes: el de las Cadenas, el más antiguo; el de Isabel; el de la Libertad y el de Margarita.
Justamente entre estos dos últimos puentes se encuentra el Parlamento, que visitamos gracias a la insistencia y óptima gestión de Viajes Pertur. Es el mayor edificio del país y uno de los más bellos del mundo.
De estilo neogótico. Escenario de las reuniones de la Asamblea Nacional. Tiene 691 salas, 268 metros de longitud y su cúpula es de 96 metros. Como dato curioso, está asentado sobre miles de troncos de madera.
Siguiendo con la visita panorámica recorrimos en autobús la avenida Andrassov, lo mejor de la arquitectura ecléctica, que acaba en la Plaza de los Héroes, con el Museo de Bellas Artes y la Galería de Arte.
Paso obligado por la Basílica del rey Esteban, donde se guardan y veneran las reliquias del santo.
También merece recordar y celebrar que a Santa Isabel de Hungría le hayan construido una iglesia y la Plaza de las Rosas, dignas de su nombre.
Como era domingo, a última hora de la tarde, fuimos a las grutas de San Gerardo, que las habitan los Padres Palotinos. Un lugar de retiro y oración. Allí tuvimos una Eucaristía solemne y muy sentida, amenizada por nuestro coro «Buena Gente», con canciones selectas de su repertorio musical.
Ese día dio mucho de sí. Después de perdernos por el Mercado Central, nos pusimos más guapos y fuimos a degustar y disfrutar de una cena «Goulash party». Es el plato más típico y conocido de Hungría. Su origen es muy antiguo y proviene de las clases campesinas más humildes.
Es un guiso preparado a base de carne (de cerdo, buey, liebre, cordero…), acompañado de vegetales, legumbres y por supuesto aderezado con paprika o pimiento, normalmente picante.
A los vinos, cervezas y licores de Hungría, se sumaba un marco folclórico de danzas, bailes, canciones de la tierra.
Nuestra participación no se hizo esperar, interpretando una parte de la zarzuela «Alma de Dios», de José Serrano:
Hungría de mis amores, patria querida,
llenan de luz tus canciones, mi triste vida.
Vida de inquieto y eterno andar,
que alegro sólo con mi cantar.
Para cerrar con broche de oro este día, un crucero por el río Danubio, durante una hora. La temperatura muy agradable; los puentes se sucedían uno tras otro. Los monumentos iluminados por la noche, mostraban todo su esplendor y misterio.
Y para celebrar y fortalecer nuestra conviviencia, una copa de champagne a la salud de todos. Todo un espectáculo.