Hay muchas formas de definir la ciudad de Praga. Las más habituales: «la ciudad de las cien torres», «el corazón de Europa», «la ciudad dorada», «la madre de todas las ciudades», «la ciudad museo». Y cada una de ellas respira romanticismo y misterio. Su fama es mucho menor a su merecimiento.

Praga es como la historia hecha ciudad. En su recorrido saltan a la vista dos épocas arquitectónicas: el gótico del tiempo del emperador Carlos IV , y el barroco de los Habsburgo. Es una ciudad que conserva todo su esplendor y belleza, sus costumbres y cultura; a pesar de los avatares históricos. Ha sabido conjugar su historia milenaria y la sorprendente capacidad de modernización.

Para demostrarlo te invito a recorrer juntos el Camino Real desde la Torre de la Pólvora hasta el Castillo, tan grande como una ciudad entera. Contiene en su interior: la Catedral de San Vito , palacios, calles, monasterios, patios, jardines, terrazas, fuentes y museos. Impresiona, apasiona y enamora. Es símbolo del Estado Checo.
En las laderas del Castillo se encuentra el barrio barroco de Mala Strana, en estado puro de conservación. Es como realizar un viaje a la época de Mozart, a través de sus calles y la decoración de sus fachadas. Merece la pena detenerse en la Iglesia de Santa María de la Victoria, donde se encuentra la famosa imagen del «Niño Jesús de Praga» que custodian los carmelitas; cuyo prior, el Padre Anastasio, tan pronto supo que éramos un grupo de españoles, rompió el silencio y de forma muy amena nos trazó la historia de dicha figura. Hoy día el culto y devoción hacia «este» Niño Jesús es mundial.

Y llegamos al antiguo Puente de Carlos, con sus fabulosas estatuas que reflejan su belleza en las aguas del Moldaba y que sirven de unión entre el Castillo del soberano y la Ciudad Vieja, de estilo gótico; centro histórico de Praga, monumental, laberíntica, envolvente y extraordinaria.
Destacamos el Ayuntamiento, con su incomparable reloj astronómico que, dicho sea de paso, entretiene a miles de turistas; la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn; el barrio judio de Josefov, uno de los mejor conservados de toda Europa Central y que alberga el Museo, el Antiguo Cementerio y diversas sinagogas.
Y nuestro paseo termina en la Ciudad Nueva, en la plaza de San Wenceslao , sede del Museo Nacional.

La visita a Praga podría culminarse asistiendo a una función de teatro negro, totalmente diferente: objetos iluminados, artículos fosforescentes o personajes flotando son algunos de los elementos que hacen especial este arte.
O asistiendo a un concierto de música en salas especialmente adaptadas para gozar sin limitaciones de las orquestas sinfónicas. La afición por la música de los habitantes de Bohemia se refleja en una expresión muy popular en Europa: » El que es checo, es músico «.

Uno de los días de nuestra estancia en Praga, realizamos una excursión a Karlovy Vary ; ciudad balnearia situada al oeste de Bohemia. Goza de fama mundial gracias a sus doce manantiales minerales, a la riqueza arquitectónica de sus edificios, y a los ilustres visitantes que dejaron su huella aquí: Mozart, Goethe, Tchaikovsky, Beethoven, List, Brahms. Saborear el agua mineral no puede faltar. Día inolvidable.

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